martes, 10 de diciembre de 2019

ANISH KAPOOR (I)



Anish Kapoor nació en Bombay en 1954, pero se formó y reside en el Reino Unido desde 1973. Siendo todavía estudiante, participó en diferentes concursos y muestras donde ya mostró su predilección por la abstracción escultórica y las instalaciones. Se fraguaba ya la figura de uno de los máximos representantes de la denominada nueva escultura británica, junto a otros artistas como Richard Deacon y Toni Cragg.
Para entender su estilo a partir de la década de los 80, que es la que le catapulta a la fama, hay que conocer sus raíces hindúes, aunque él siempre afirma que su origen no tiene nada que ver con su genio artístico. Pero es un hecho que su reconocimiento internacional llegó tras la visita que realizó a la India en 1979 después de muchos años de ausencia.
En el reencuentro con su tierra natal quedó fascinado por los múltiples colores de los montículos de polvo de especias y plantas medicinales que se ponen a la venta en los puestos callejeros.
Estos polvos se utilizan como ofrenda y se arrojan contra la gente en las fiestas de primavera (Holi Colours).
    Puesto del mercado de Dejavara en Mysore, India

De regreso a Inglaterra, comenzó a explorar las posibilidades del uso pigmentos de colores vivos en polvo sobre formas geométricas hechas con contrachapados de madera inicialmente y luego en fibra de vidrio. Así surgieron obras como las de la serie 1000 names que expondría en la Galerie Patrice Alexandre de París en 1980, su primera muestra individual. A partir de 1986 abandonó la madera y recurrió a la piedra para crear sus estructuras abstractas, a las que también dio toques de color.
    1000 names

Su éxito fue vertiginoso en los años 80, llegando el caso de que sus obras se vendieran incluso antes de la inauguración de la exposición, como le ocurrió en la que hizo en la Barbara Gladstone Gallery de Nueva York de 1986. Los premios no tardaron en llegar, y con tales reconocimientos llegó el ingreso en los museos de arte contemporáneo de todo el mundo: la Tate Gallery de Londres, el Deutsche Guggenheim de Berlín, el Reina Sofía de Madrid o el Kunsthalle de Basilea.
    Como si al celebrar, descubriera una montaña que florece con flores rojas

Sus pigmentos vivos empezaron a cubrir formas de tamaño cada vez mayor como óvalos y cavidades hemisféricas hechas de fibra de vidrio. Una de sus obras más representativas de esta época es En el centro de las cosas, que se considera obra cumbre de los conocidos como «vacíos». Cubierto por un vivo pigmento de polvo azul Prusia, este hemisferio cóncavo de fibra de vidrio simboliza al aspecto femenino de la divinidad hindú, Kali, representada en su profundo azul oscuro.
La cavidad que evoca la feminidad y la Gran Diosa, sugiere las profundidades ocultas del vientre, pero también puede ser su opuesto si la rodeamos, convirtiéndose en la convexidad. Mirar en ese profundo vacío azul es una experiencia vertiginosa que provoca a la vez miedo y alegría.
    En el centro de las cosas

En los años 90 continuó trabajando en las formas simples, pero atreviéndose cada vez más con el gran formato. Esta vez empezó a realizar instalaciones más que esculturas de gran tamaño, puesto que con sus obras buscaba una interacción con el espectador, para que éste experimentara sensaciones dentro de la obra. Una de las primeras instalaciones la realizó en Londres en 1998 en la Galería Hayward. Kapoor suspendió una enorme cúpula de 8 metros del techo pintada con el seductor pigmento rojo ya utilizado en obras anteriores.
    En el borde del mundo

La búsqueda de la obra que impresione y que permita interactuar con el espectador desembocó en 2002 en la colosal Marsyas, creada para un antiguo edificio industrial, la sala de turbinas, de la Tate Modern de Londres. Nos detenemos en ella porque realmente es una obra clave de su producción. Con ella, el artista juega descaradamente con la escala humana haciendo que sus dimensiones hagan imposible verla desde un solo ángulo, de manera que el espectador deba caminar a su alrededor y subirse en alto para comprender la inmensidad de la obra.
    Marsyas

    Marsyas

En 2003 empieza una nueva era para Kapoor; comienza su indagación con otro material, como es la cera roja (Época de la cera roja). Material que utiliza en la obra My red Homeland, una enorme masa circular de 25 toneladas de color rojo que es diseccionada lentamente por una hoja de acero que arrastra la cera cortada hacia el exterior del círculo, creándose y destruyéndose a la vez.
    My red Homeland

La cera roja también es utilizada en obras de años posteriores con la misma idea descarnadora e hiriente. En 2006 realiza Past, present, future, una instalación que consiste en una cúpula de cera que un brazo mecanizado pintado de blanco y con forma que simula la pared de la galería va afeitándola en su lenta rotación.
    Past, present, future

Kapoor resulta más interesante en la obra titulada Svayambh. Aquí, un bloque de cera roja del tamaño de un pequeño vagón de tren atraviesa varias salas de cualquier edificio donde se expone dejando parte de la cera roja en su camino. La pieza toma su nombre del vocablo sánscrito “svayambhu”, que es aquello que se autogenera.
La primera vez que se montó fue para el Museo de Bellas Artes de Nantes en 2007. El bloque viscoso se desplaza muy lentamente y en una progresión casi dolorosa, puesto que se deja parte de su materia entre arcos o puertas demasiado estrechas. La obra invita a tocar, a dejar huella de nuestras manos en la masa sanguinolenta.
    Svayambh
    Svayambh

Kapoor juega también con la cera roja y la inociencia de los muros blancos en la instalación titulada Shooting into the Corner, que presentó por primera vez en 2008. En este caso, un cañón creado con un comprensor neumático, dispara cada cierto tiempo una bala de cera roja de 11 kilos contra la pared, esquina o puerta.
De nuevo la obra resulta muy agresiva por el efecto del color que salpica las paredes y el suelo con pedazos sanguinolentos. El sentimiento de rechazo contra lo que vemos vuelve a inundar al espectador y nos hace pensar en la guerra y sus víctimas, pero tal vez es más conmovedor el sonido del cañonazo que sorpresivamente rompe el silencio de la sala.
    Shooting into the Corner

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